Comiéndose la tristeza (y cómo la depresión afecta a otros trastornos)

Convivir con un trastorno o una enfermedad mental es de lo más complicado que existe, pero he descubierto una tendencia demasiado extendida y que me preocupa: ¡las personas no se dan cuenta de que pueden desarrollar otros problemas a parte del que ya ha sido diagnosticado! No solo tienes depresión, es que eso puede derivarte en insomnio, fatiga suprarrenal, en fatiga crónica, en ansiedad, en estrés crónico. En resumen: no solo te pasa una cosa. ¿Hablamos de cómo tratarlas todas?

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Pros y contras de los antidepresivos (y por qué los necesito)

Llevaba toda la vida convenciéndome a mí y a las demás de que yo era una persona triste. De que el mundo se dividía en dos: aquellas que nacían con la suerte de ser felices y las que nacíamos marcadas con la tristeza y debíamos hacer de tripas corazón y sufrir en silencio, como nos han enseñado los anuncios de las almorranas. Nada más lejos de la realidad y nada más dañino.

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Dejarse ayudar (y por qué es tan difícil)

¿Quién no ha querido cerrar los ojos y que al abrirlos aquello que nos hace miserables haya desaparecido? Siendo realistas, el mundo jamás se detendrá para que nosotras pongamos en orden nuestros asuntos. Así que seguramente estarás pensando: ¿y yo cómo coño arreglo mi vida si parece ser una cadena de desgracias que no termina nunca? Quédate cinco minutos conmigo y te cuento cómo pasé de querer morirme a disfrutar de lo que antes me hacía sentir mal.

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Por qué si soy una yegua soy estúpida y si soy un caballo soy habilidosa (y otros motivos por los que pluralizo en femenino)

No importa si eres monogenista o poligenista, aquí en lo que coincidimos todas es en lo jodidamente brillantes que fuimos para ser capaces de crear un método de comunicación que no consistiese en soltarnos gruñidos y darnos patadas.

El lenguaje, aquello que nos permite hacernos entender y que nos entiendan. Algo que hoy por hoy es tan inherente a nosotras como el respirar. El poder que tiene es innegable. Y, por eso mismo, tenemos que darle la importancia social que se merece.

¿Por qué insistimos en pluralizar de forma masculina sin ser necesario para el entendimiento?

¿Por qué insistimos en un lenguaje machista que relega a la mujer a mera comparsa y añadido del género masculino?

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Cómo levantarse temprano (sin morir en el intento)

Hoy es uno de esos días en los que habré dormido, con suerte, tres horas. Me pasa mucho que los domingos me acuesto nerviosa, como deseando empezar la semana y ese deseo se traduce en inquietud, esa inquietud en insomnio y esto resulta en que me levanto hecha una auténtica zombie. A pesar de no estar descansada me levanté a las cinco de la mañana y, por muy irreal que parezca, cinco horas más tarde me siento llena de energía y no pienso, ni siquiera, en echarme una siestecita cuando termine de currar. Al contrario, me sobran fuerzas y ganas para partirle las piernas al lunes.

Si estás leyendo esto puede que sea porque quieres unirte al club de las madrugadoras o, también, porque estés aburrida y hayas llegado hasta el blog por casualidad. Pero ya que estás aquí, te voy a contar cómo conseguí levantarme tan temprano y añadirlo a mi rutina, y, sobre todo, por qué lo hice.

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Lo que se siente al autopublicar tu primera novela (cuando empiezas desde cero o más abajo)

Cuando terminé el último párrafo, cuando retoqué el último fallo, cuando vi la portada y me dije esto está terminado, no podía creérmelo. Después de doce años escribiendo (que no es toda una vida, pero teniendo 23 casi lo parece), por fin había terminado una de las tantas historias que había empezado.

Y es que realmente, cuando siempre te quedas a medias o no te atreves a publicar ni un solo trabajo, crees que lo difícil es terminarlo. Que lo que más te va a costar es ser crítica contigo misma y decir: ok, chachi, fetén, magnífico, sublime, inmejorable. Pero resulta que hay algo todavía más complicado que como crees que no va a llegar nunca ves muy, muy lejos de ti. Como algo que te acecha pero sabes que es incapaz de tocarte. Sin embargo llega el día, y cuando creías que todo serían risas y vender libros… viene la palabra más satisfactoria y, a la vez, espeluznante, que te puedes encontrar cuando estás empezando a darte a conocer como escritora.

Autopublicar.

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