Convivir con un trastorno o una enfermedad mental es de lo más complicado que existe, pero he descubierto una tendencia demasiado extendida y que me preocupa: ¡las personas no se dan cuenta de que pueden desarrollar otros problemas a parte del que ya ha sido diagnosticado! No solo tienes depresión, es que eso puede derivarte en insomnio, fatiga suprarrenal, en fatiga crónica, en ansiedad, en estrés crónico. En resumen: no solo te pasa una cosa. ¿Hablamos de cómo tratarlas todas?
Nos hemos vuelto vagas. Sí, como lo oyes: vagas. Si nos duele la cabeza de forma continuada, en lugar de insistirle a nuestra doctora para ver por qué nos ocurre, nos conformamos con el paracetamol o con el ibuprofeno. Hemos dejado de investigar el por qué nos ocurre algo para paliar los síntomas, y lo único que hemos conseguido es desarrollar dependencia a los arreglos rápidos y fáciles. Y lo único que hacemos con ello es sepultar la raíz. Pero, de igual forma, cuando decidimos iniciar el viaje de indagar y hallar lo que nos está provocando ese malestar, tratamos de echarle la culpa de todo. Por lo que los dolores de cabeza ahora son responsables, también, de tus problemas de concentración y de tus náuseas. Sin embargo, cuando te das cuenta de que ya no sufres cefaleas, los problemas de concentración y las náuseas siguen ahí. ¿A qué vamos a echarle la culpa ahora?
Con esto no quiero decir que haya que quitarle importancia a un diagnostico, lo que quiero que entiendas es que muchas veces tratamos el problema demasiado tarde y los síntomas han pasado a ser, también, afecciones. Por lo tanto hay que saber separar qué es realmente un síntoma de algo que se nos ha cronificado. Y como hago siempre, me voy a usar de ejemplo, porque creo que es lo más práctico para hacerme entender.
Cargo a mis espaldas la cruz de la depresión desde hace más de doce años. Es muchísimo tiempo para haber intentado tratar de «quitármela» de formas naturales, como comprenderás, y después de terapias alternativas, años de terapia con psicólogas y llegar al punto de que uno de mis síntomas más frecuentes era querer suicidarme, llegué a la conclusión de que mi depresión sí que era crónica después de todo y que si no tomaba las riendas iba a desparecer de este mundo. Así que le hice caso a las recomendaciones después de luchar muchísimo y traté mi enfermedad con antidepresivos, y no he sido más feliz en mi vida. No me he rendido, no ha sido un arreglo rápido, he hecho caso a todas las profesionales que me han ayudado y he visto que realmente era lo que necesitaba. Volvemos al ejemplo de la persona diabética y su insulina, ¿no?
Pero ojo. La traté muy tarde y nuestro cuerpo tiene sus límites.
Los síntomas que habían nacido de la depresión, en mi caso, eran los siguientes: una sensación constante de estrés y tristeza, fatiga, cansancio durante todo el día, comer muchísimo o no comer absolutamente nada, no querer relacionarme con muchas personas, etc. Cada persona es un mundo y las enfermedades reaccionan de forma diferente, pero te haces una idea del infierno que estuve pasando, ¿no? Pues eso fue solo el principio.
Esta sintomatología empeoró con el paso de los años y mi cuadro era el siguiente: esa sensación de tristeza se transformó en tendencias suicidas, me daba FIEBRE cuando hablaba con más de cierto número de personas al día, me daban ataques de pánico prácticamente a diario, estuve sin dejar de llorar durante años (sí, literalmente, lloraba cada día de mi vida), de estar siempre cansada pasé a NO dormir durante un año, durmiendo, con suerte, tres horas, y el trastorno por atracón que me habían diagnosticado empeoró hasta el punto de que podía comerme, en una misma tarde, cuatro paquetes de kinder bueno, un paquete de Pringles, una bolsa de maltersers, un paquete de m&m’s y mucha, mucha más porquería que podría mencionar pero ninguna marca me está pagando para hacerles esta promoción, por lo que asumo que habrás entendido que mi sintomatología empeoró muchísimo y que casi me cuesta la vida.
Como he mencionado, anímicamente todo mejoró gracias a los antidepresivos. Ya no quiero morirme. He recuperado las ganas de escribir y de hacer cosas. He vuelto a dormir siete u ocho horas del tirón. He aprendido a valorarme y a practicar el quererme todos los días. A priorizarme a mí y luego a los demás, cosa que jamás se me habría ocurrido porque me parecía egoísta (y resultó ser lo que necesitaba cambiar para sentirme mejor conmigo misma). Pero como te mencionaba antes, existen cosas que, por desgracia, tienes que tratar por separado.
Hablemos ahora de los trastornos de conducta alimentaria (los conocidos como TCA). Son una serie de actitudes que tomamos hacia la comida que tienen tendencia a ser autodestructivas y dañinas para nuestra salud, ya sea comiendo cosas que nos perjudican sin medida o haciéndonos pasar hambre. Pero la comida no es lo único que tiene que ver con los TCA y existen muchísimos factores a tener en cuenta, incluso predisposición genética.
En mi caso, la depresión acentuó muchísimo mi mala relación con la comida, ya que afectó mucho a mi visión de mí misma y a mi autoestima. Desarrollé bulimia en mi adolescencia y me costó terapia y mucho trabajo recuperarme de ella. Sin embargo, volvemos a lo mismo: aquellas conductas que acogí siendo bulímica no se fueron por superar la bulimia y sigo luchando con una en concreto a día de hoy que se conoce como trastorno por atracón.
Cuando eres bulímica, comes y vomitas. Yo superé la parte de vomitar, pero no la de comer. Algo que nos caracteriza es que nos llaman secret eaters, porque solemos desvincular el comer como una práctica social y lo hacemos a escondidas. En mi caso yo me llevaba todas las golosinas a mi habitación y me las comía hasta que me daban ganas de vomitar, pero no vomitaba. Así mi TCA no había desaparecido, se había transformado en otro.
¿Quiere decir esto que es una pérdida de tiempo y que no va a mejorar tu vida tratar la enfermedad o trastorno principal? ¡Todo lo contrario! Pero debes darle importancia a aquello que se mantiene. La terapia es la mejor herramienta que podrás tener para el autoconocimiento y tu superación personal, por lo que el mejor consejo que te voy a dar es que dejes de usar a tus amigas como terapeutas y vayas a una psicóloga de verdad. No me malinterpretes, es un gran paso hablar de nuestra enfermedad y compartir cómo nos sentimos, pero tus amistades solo te podrán ayudar hasta un punto y el apoyo profesional será más que necesario. Por lo que yo estoy tratando exitosamente mi depresión y ahora esperando para ir a terapia para seguir trabajando en mis otros trastornos.
No te dejes para después. Solo tú vas a saber lo que ocurre dentro de tu cabeza y de tu cuerpo. No esperes a que los síntomas se vayan solos, muchas veces no lo harán.
Si tienes dudas de si tienes una mala relación con tu cuerpo y con la comida, pregúntate lo siguiente:
¿Sabes lo que es la autoestima? ¿Consideras que tienes buena autoestima y una imagen acertada de ti misma? ¿Tienes pensamientos negativos recurrentes sobre tu aspecto? ¿Piensas cómo te están viendo las otras personas constantemente?
¿Pasas hambre? ¿Lo haces a propósito? ¿Es tu forma de castigarte porque no estás a gusto con tu aspecto?
¿Haces ejercicio en exceso? ¿Tienes culpabilidad cuando comes algo fuera de «lo normal» y te castigas haciendo ejercicio después para sentir que no vas a engordar?
¿Comes hasta que sientes que no puedes más? ¿Lo haces a escondidas? ¿Socializas de forma sana comer con los demás o evitas comer con otras personas?
Si tienes útero… ¿te ha dejado de venir la regla? Probablemente sea amenorrea primaria, y deberías consultar si es una sintomatología de que tengas SOP o si es debido a una malnutrición.
Quédate con la idea de que deberías preguntarte qué relación tienes contigo misma, con la comida y con el deporte, y que si notas patrones de conducta o afecciones que no se van, deberías ponerte en contacto con un profesional y dejar de pensar que todo se irá solo.