Cómo levantarse temprano (sin morir en el intento)

Hoy es uno de esos días en los que habré dormido, con suerte, tres horas. Me pasa mucho que los domingos me acuesto nerviosa, como deseando empezar la semana y ese deseo se traduce en inquietud, esa inquietud en insomnio y esto resulta en que me levanto hecha una auténtica zombie. A pesar de no estar descansada me levanté a las cinco de la mañana y, por muy irreal que parezca, cinco horas más tarde me siento llena de energía y no pienso, ni siquiera, en echarme una siestecita cuando termine de currar. Al contrario, me sobran fuerzas y ganas para partirle las piernas al lunes.

Si estás leyendo esto puede que sea porque quieres unirte al club de las madrugadoras o, también, porque estés aburrida y hayas llegado hasta el blog por casualidad. Pero ya que estás aquí, te voy a contar cómo conseguí levantarme tan temprano y añadirlo a mi rutina, y, sobre todo, por qué lo hice.

¿POR QUÉ A LAS 5?

Sensación de falta de tiempo constante. Soy una persona que necesita más horas de las que el día le ofrece, y no me gusta vivir el día a día en una cuenta de tareas realizadas, como considerándolo bueno únicamente por el número de proezas que realice. Prefiero levantarme temprano, hacer todo lo que tengo que hacer, y que me sobren horas reales para el ocio y mi desarrollo personal. Tenemos que tener en cuenta que necesitamos procrastinar; perder el tiempo o hacer cosas no productivas un par de horas al día es necesario para la salud mental. No todo es producir. Y desde que madrugo ya no tengo esa sensación constante de estrés y agobio: tengo tiempo de hacer todo lo que debo, quiero y necesito.

Productividad. Me considero una persona productiva en la mañana. Únicamente por las mañanas. Después del almuerzo cualquier trabajo creativo me cuesta el triple, y si te dedicas a escribir es una putada no alcanzar los mínimos que te exiges porque no salga nada bueno de tu mente.

Ciclos del sueño. Cuando tienes problemas para dormir (como es mi caso) no es tan sencillo como decir «me levanto en ocho horas». Aunque tiendo a acostarme a la misma hora y no demasiado tarde, soy de las que tarda, como mínimo, una hora en dormirse. Y eso en los días en los que tengo suerte. Mis etapas de sueño profundo no son todo lo largas que deberían, y, además, cuantas más horas me paso en la cama, peor me encuentro al levantarme. Con el paso de los años me he dado cuenta de que mi hora perfecta, ahora mismo, es entre las cuatro y las seis y media, en ese abanico horario ni siquiera me cuesta abrir los ojos.

Les dejo por aquí unos consejos basados en mi experiencia que pueden serles de ayuda:

Construir una rutina para acostarte siempre a la misma hora. Después de tres meses fue cuando realmente empecé a sentir que no necesitaba dormir tantas horas como creía, y en parte fue gracias a acostarme a la misma hora y, en mi caso, tomarme melatonina (a recomendación, porque tengo los niveles más bajos de lo normal).

Probar diferentes horas para levantarte y anotar las sensaciones que te producen. A partir de ahí fui probando en tramos de media hora durante un par de semanas cada hora: 4, 4:30, 5… Por mucho que termines acostumbrándote si te lo propones, yo prefería levantarme a la hora a la que mi cuerpo se sintiese mejor, sin forzarlo tanto. Y gracias a eso, aunque duerma fatal, siempre me levanto a la misma hora con una sonrisa (aunque con cara de pocos amigos).

Entrenar a primera hora. Si tienes esta motivación extra, además de que te activarás enseguida gracias al ejercicio físico tendrás un motivo para salir de la cama todavía antes, y no solo justo para ir al trabajo o a estudiar o a lo que sea que hagas con tu vida. Mantenerte activa es fundamental para dormir mejor y así luego poder despertarte más fácilmente.

Ponerte una única alarma y no posponer para más tarde la siguiente. Suena arriesgado, y lo es. ¿Quién no se ha perdido una reunión o ha llegado tarde por culpa de no escuchar el despertador? Pero la cosa está en que, si eres consciente de que dependes exclusivamente de una alarma, estarás más atenta y, en consecuencia, te levantarás más por miedo a quedarte dormida demasiado tiempo que por ganas. Pero te levantarás. Y si lo que uses como despertador lo escondes en otra habitación o lo bloqueas con un código complicado, mejor todavía. Te obligarás a moverte y a pensar un poquito, y te costará más volverte a meter en la cama.

Hola, sí. Soy yo.

¿…Te estás preguntando que quién soy, verdad?

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