Meses malos (y por qué no he escrito en el blog desde mayo)

Los propósitos de año nuevo son una estafa.

Pero aquí estoy, intentando cumplir el más básico, el más vital, el más inevitable: reencontrarme con la yo a la que le gusta escribir. Que sé que está ahí, sin dormir, sin comer, sin follar, sin vivir, ansiando que llegue el día en que la rescate y le de todo lo que le debo. Pero, paso a paso. Primero tengo que explicarle por qué no la he dejado escribir durante exactamente ocho meses. Ocho.

Cariño, porque tienes meses malos y días buenos.

Y la vida se te ha quedado resumida en eso. Ciclos negativos que se enlazan de manera intermitente, interrumpidos por pequeños picos de felicidad efímera que te hacían pensar que los meses malos, los jodidos, los innombrables, se habían largado. Pero la esencia de una siempre vuelve y no puedes librarte de lo más visceral: no es que atraigas lo que sientes, es que eres lo que eres. Y da igual cuántas veces intentes esconderte. Si no te afrontas, ¿cómo van a empezar los ciclos buenos?

Si no te aceptas tal y como estás ahora, ¿de dónde va a nacer el cambio a mejor?

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