Hoy es uno de esos días en los que habré dormido, con suerte, tres horas. Me pasa mucho que los domingos me acuesto nerviosa, como deseando empezar la semana y ese deseo se traduce en inquietud, esa inquietud en insomnio y esto resulta en que me levanto hecha una auténtica zombie. A pesar de no estar descansada me levanté a las cinco de la mañana y, por muy irreal que parezca, cinco horas más tarde me siento llena de energía y no pienso, ni siquiera, en echarme una siestecita cuando termine de currar. Al contrario, me sobran fuerzas y ganas para partirle las piernas al lunes.
Si estás leyendo esto puede que sea porque quieres unirte al club de las madrugadoras o, también, porque estés aburrida y hayas llegado hasta el blog por casualidad. Pero ya que estás aquí, te voy a contar cómo conseguí levantarme tan temprano y añadirlo a mi rutina, y, sobre todo, por qué lo hice.
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